VIAJE A LA UNIDAD | ||
VIAJE A LA UNIDAD Por Leonardo Garet
¿Quisieron los organizadores del “Primer Congreso de poetas iraníes y del mundo” (Teherán, Esfahán, Shiraz, 17-21-IV-2010) revertir la condena de la torre de Babel? En el conocido episodio de Génesis XI, Yavéh castiga la soberbia de los hombres que pretendían construir una torre que tocara el cielo confundiendo sus idiomas para que les ganara el desconcierto y no pudieran concluirla. En Irán, tan cerca geográficamente del lugar de aquella torre que legendariamente explica el nacimiento de la diversidad lingüística, se planea un encuentro al que invitan a poetas de los más diversos idiomas, pertenecientes a treinta y un países. A cada participante se le asigna un traductor. De leer poesía se trata y después, claro, de acercarse a los lugares -Persépolis, tumbas, templos, plazas, bazares y puentes- que conservan lo más representativo de la cultura persa y musulmana. La poesía como lenguaje capaz de establecer mágicos encuentros. La poesía entendida como manifestación superior del ser humano, no como descarga emotiva ni ingenua transmisión de sentimientos, sino el resultado del trabajo de lo mejor del individuo sobre las formas para llegar a crear ex-nihilo, una criatura con voz y leyes propias, no deudora de un tema, no competidora del artículo, el panfleto, o la carta de buenas intenciones. En un teatro de Teherán y en Esfahán y Shiraz congregados en torno a las tumbas de los poetas Saadi y Hafez se leía poesía en todos los idiomas. Tumbas ubicadas en el medio de parques, como centros irradiadores de espiritualidad. Allí resonaron lenguas de Asia, África y Europa del este y con emoción difícil de imaginar, Jorge Arbeleche y yo hicimos escuchar el idioma español. Antes y después contestábamos preguntas sobre nuestros países, nuestra literatura y nuestra interpretación de los clásicos persas. Fueron entrevistas difundidas por radios, diarios y programas televisivos. Al día siguiente de cada acto, encontrábamos las fotos en páginas enteras de los diarios de Teherán.(En esta instancia la imagen gráfica era para nosotros la única comunicante). Desde el diálogo con el público, desde los espontáneos acercamientos entre los participantes –quiero recordar el que tuve con un poeta de Bangladesh, para quien yo era “Uruguay” y él para mí era “Bangla”- hasta la presencia del presidente de Irán, Mahmuh Ahmadineyat, que estuvo dos horas en la jornada inaugural del Congreso, leyó poemas persas por espacio de media hora, exaltó después la importancia de la poesía en la vida y se quedó hasta el final, confundido con los participantes, sin “compromisos ineludibles contraídos con anterioridad”, escalón por escalón estábamos construyendo la torre que reinventara sin soberbia la comunicación. El nerviosismo por la paz mundial era la tónica de finales de marzo de 2010. Los informativos internacionales no tenían espacio para otra cosa que para advertir sobre la crisis. Entretanto, una comitiva de más de cien personas, entre poetas invitados, traductores y organizadores, recorríamos tres ciudades y realizábamos en ellas cinco recitales poéticos con traducción al persa que congregaron a cientos de oyentes. Un libro bilingüe persa-inglés con los textos leídos en los recitales se distribuía gratuitamente en los actos, buscando superar que en el mundo de hoy “la realidad de la poesía es precaria y terrible en una sociedad que ha impuesto los valores de mercado sobre los de la cultura.” Y sigue diciendo Octavio Paz, de quien son también las anteriores palabras: “La poesía sigue siendo un rito de las catacumbas”. Hubo dos días sin actos programados en los cuales cada quien visitó los lugares que quiso y como en los días anteriores, se hizo presente una hospitalidad que parecía provenir de la antigua civilización persa. Una apuesta al entendimiento de culturas.Nada fácil. Pero el deslumbramiento por la poesía pudo obrar como un efectivo traductor de concepciones del mundo. Fue un encuentro ambicioso, demasiado ambicioso quizás, pero ¿no será que sólo así se puede lograr algo en todos los terrenos? Los sufís creyeron en el concepto de unidad y hacia ella concurrimos; a la unidad invocamos. Queríamos llegar al “cañaveral” (la unidad para el poeta sufí Rumi), o también recuperar el tiempo anterior a la condena de Babel.
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