El papel de la Revolución Islámica de Irán en el proceso de la globalización islámica | ||
El papel de la Revolución Islámica de Irán en el proceso de la globalización islámica
La globalización es la material determinante, una integración mundial mediante un proceso histórico de larga duración, que se inició en el siglo XV. Pero la globalización no es nunca lineal, ya que sus repercusiones están siempre mediatizadas por instituciones específicas, históricamente situadas. De tal modo que la globalización sugiere a la reflexión una localización de lo global. La globalización no es tampoco continua: por el contrario, se caracteriza por rachas de crecimiento aceleradas, seguidas por tensión, resistencia y estancamiento. En su fase actual, que se remonta al inicio de los años 1970, la globalización se caracteriza por una integración hipercompetitiva de las finanzas, de la producción, del comercio, de las comunicaciones y de la cultura, a través de las fronteras de lo que fueran estados nacionales hegemónicos. La globalización contemporánea comprime las relaciones espaciotemporales, creando lo que Castells llama “el espacio de los flujos” es decir, la interacción en red entre grupos geográficamente dispersos, que se da en un “tiempo real” inmediato. De manera acorde, la interacción humana en la vida cotidiana comunicada a través de grandes distancias se convierte actualmente en algo rutinario, incluso “natural”. (Castella, 1996). Así pues, lo que hay de nuevo es la revolución microelectrónica y las redes planetarias que determinan la profundización y el alcance geográfico de los procesos de globalización. Por todo ello, y dado este giro inesperado en el liderazgo de los movimientos sociales en el ámbito mundial los movimientos sociales islámicos desempeñan un papel primordial en el proceso de la globalización. En efecto tal como Zubaida y Beinin lo subrayan en repetidas ocasiones, el giro en el discurso y el liderazgo en los estados de mayoría musulmana antes de la revolución islámica de Irán en 1979 fueron posibles por dos razones: internamente, por la represión de las fuerzas izquierdistas por parte del régimen autoritarios; externamente por el apoyo que brindaba los Estados Unidos a sus clientes musulmanes (en este caso Arabia Saudita, los países del Golfo Pérsico, Brunei) como un contrapeso ante los movimientos izquierdistas y musulmanes (como el de Irán). El caso más notable es Afganistán, Argelia y Palestina donde se fomentaron grupos musulmanes que se convirtieron en amenazas contra el poder dominante. Según Richard Murphy el Secretario de Estado de aquel entonces de la administración de Reagan: “…realmente incubamos un monstruo en Afganistán…” (1998) La paradójica relación entre la globalización y el islam Considerando desde el punto de vista de la teoría occidental, la fuerza y las prácticas de los movimientos sociales e intelectuales islámicos ostentan contradicciones flagrantes, rasgos absurdos y paradójicos, que surgieron el uso de la palabra “antinomia”. Al comparar lo que Burke (1998) llama acertadamente un “giro discursivo”, por ejemplo, de los movimientos sociales seculares y nacionales inspirados por el islamismo, los teóricos de los movimientos sociales deben deconstruir la correlación paradójica entre el renacimiento islámico y la profundización de la globalización. Por todas partes surgen preguntas espinosas. ¿Por qué han podido los movimientos islámicos reclutar a los más educados: los graduados en ciencias naturales, los ingenieros, los profesionales e incluso las mujeres? Si los movimientos islámicos son esenciales e invariablemente autoritarios y antidemocráticos, ¿Qué es lo que explica el apoyo popular durable que tienen y por qué han ganado elecciones en Turquía, y en Argelia, tan sólo para ser echados del gobierno por los militares, para regocijo de los demócratas occidentales? Si continuamos con nuestra indagación, ¿Por qué resulta tan visible la presencia islámica en la infraestructura del nuevo sistema mundial, es decir en las redes comerciales, los sistemas de comunicación electrónica y en las comunidades migrantes dentro de las ciudades cosmopolitas de Europa y Norteamérica? ¿No han leído estos musulmanes El fin de la historia y el último hombre, de Fukuyama (1992)? ¿No comprenden su pronunciamiento, en el que declara que la única vía hacia la modernidad es el sendero neoliberal democrático regido por el capitalismo mundial? Si no volvemos a mirar hacia Kant, quien acuño el término “Ilustración”, la correlación paradójica entre globalización e islamización que ha producido el término “islam global” noes otra cosa que una antinomia: una contradicción entre conclusiones que parecen ser igualmente lógicas, razonables o necesarias; una paradoja, una contradictoriedad intelectual”. El islamismo representa el surgimiento de una nueva intelligentsia y de nuevos estratos de liderazgo en los estados de mayoría musulmana. Nótese que los islamistas no son reclutados entre los ulama, el grupo tradicional, de estatuto de honor clerical, ni tampoco entre las hermandades Sufi(tariqa) siendo estos dos grupos los que habían encabezado los anteriores periodos del renacimiento islámico. En cambio los líderes y sus seguidores son reclutados entre los graduados de modernas universidades nacionales o extranjeras. Hoy los seguidores islámicos son los intelectuales quienes están construyendo un nuevo discurso político y se presentan a través de redes electrónicas como son; páginas de web, correo electrónico y grabaciones. No sólo emplean modernas herramientas de organización y estructuras en “célula” tomas de los movimientos antisistémicos occidentales, sino que además afirman que están siguiendo un camino alternativo hacia la modernidad uno que autoconscientemente intenta “islamizar la modernidad”. Para quienes navegan estas aguas por primera vez, puede clarificar la paradoja el describir empíricamente la base de la estructura social a partir de la cual los movimientos sociales islámicos reclutan a sus seguidores. La base social es generalmente de clase media, con frecuencia de ciudades provincianas, y empleados en, o intentando emplearse en el sector de servicios, no el sector manufacturero ni empresarial. Empezando con el estudio de Mitchell sobre los Hermanos Musulmanes egipcios, que se remonta a los años cincuenta, prácticamente todas las investigaciones confirman que la mayoría de los islamistas provienen de la clase media baja a media, con un notable vigor en las clases de profesionistas de grandes ciudades, como el Cairo. (1984) De hecho de forma paradójica, los islamistas, cuando se les permite competir en elecciones abiertas, tienden ganar los puestos de liderazgo en es bastión del activismo modernista: las asociaciones profesionales urbanas (ingenieros, abogados, médicos, profesores y estudiantes.) La cultura del islam y la globalización Puede haber una antinomia o una contradicción en el seno de las creencias y movimientos de los musulmanes con la globalización, así como en la relación entre unas y otras, pero lo más obvio es que todos estos movimientos y creencias mueven por un solo objetivo; el de establecer un único gobierno islamista basada en los reglamentos y leyes islámicos. Puesto que la falta de espacio no permite una mayor profundización en el tema, baste decir que un amplio espectro de los movimientos islámicos, y no tan sólo islamistas, están ahora mismo compitiendo por seguidores. Si recordamos que la problemática a explicar es el auge de los movimientos islámicos bajo las condiciones estructurales de una globalización rápida, aprovechemos ciertas herramientas teóricas para explicar este contradictorio movimiento. El concepto de Wallerstein (1983), “etnonacionalismo reactivo”, es útil cuando se trata de ubicar a los musulmanes en un contexto global más amplio. Al asumir que los movimientos sociales antimperialistas son una combinación dialéctica de nueva identidad que surgen como una reacción ante el desarrollo de fuerzas sistémicas mundiales, el etnonacionalismo reactivo explica la manera en que los pueblos sojuzgados inventan al mismo tiempo nuevas identidades, con el fin de oponerse a los costos exigidos por los procesos de acumulación de la economía del mundo capitalista. Las identidades islámicas, amén estar sujeto a estos mismos procesos, son más complejas. En la práctica, los musulmanes son sujetos socialmente construidos, con una multiplicidad de posiciones. Históricamente, en el sentido más general, los individuos podían gozar de una identidad global y reclamarla como miembros de una comunidad universal de creyentes practicantes- la ummah- una identidad transétnica que no privilegia ni la etnia ni la nación de los musulmanes. A lo largo de una extensa dureehistórica, las redes de la ummah mundial se renuevan cada año por medio de la peregrinación a la Meca. En el ámbito de la unidad política territorial, el emirato, el sultanato o el Estado-nación, los musulmanes tienen una identidad definida por la política que administra la ley islámica, la shari ´a.lapertenencia a una comunidad universal, global de creyentes practicantes – la ummah- constituye el vínculo más amplio posible de la identidad nacional musulmana. A primera vista la globalización estimula una oposiciónetnonacionalista militante que se enfrenta al Estado hegemónico responsable de administración de las estructuras globales. No obstante, la nueva infraestructura global en realidad integra a los miembros dispersos de la ummah al incitar a los musulmanes a comunicar, a estudiar, a intercambiar ya viajar para cumplir con las diversas obligaciones de todo musulmán. Brayan Turner (1994:86), un teórico de la sociedad civil global y de la ciudadanía social, percibe correctamente la relación entre la globalización y la concepción musulmana de la comunicación en la ummahglobal: …es la disposición, en los tiempos modernos, de sistemas efectivos de comunicaciones planetarias lo que hace posible por primera vez la globalización del islam… Aunque el islam había proclamado siempre su estatus universalista, antes del surgimiento de los sistemas contemporáneos de comunicación era en realidad incapaz de imponer este tipo de uniformidad y de universalismo. La paradoja de los sistemas modernos de comunicación es que simultáneamente exponen el islam al consumismo occidental y proporcionan el mecanismo para la difusión de un mensaje islámico planetario. Así pues, tras haber repasado el poder analítico de varios modelos explicativos, resulta inmediatamente visible que el modelo del proceso político, propuesto inicialmente por Doug McAdam, propone un marco convincente para explicar la relación entre la globalización y el islam. La revolución islámica de Irán y el neoliberalismo global Tras el desplomo de los precios del petróleo, de un máximo de 41$/barril en 1984 a menos de 8$/barril en 1986, las sociedades, ya perturbadas por el boom del petróleo entraron en la fase desgarradora de la quiebra. Las instituciones multilaterales pronto se encontraron administrando programas de ajuste estructural, una receta neoliberal que continúa más o menos vigente hasta la fecha. Antes de llevar a cabo los cambios asociados con el ajuste estructural neoliberal, deben ponerse en perspectiva los efectos políticos de un evento político volcánico como fue la insurrección urbana conocida como Revolución iraní (1978). Esta revolución no sólo ejerció un poderoso efecto demostración en otros revolucionarios islámicos, sino que cambió profundamente la perspectiva que cada musulmán tenía respecto a lo que era posible construir políticamente a partir de un discurso islámico innovador como el articulado por Imam Jomeini. En pocas palabras, fue una ruptura hegemónica de proporciones mundiales para el islamismo. Hubo allí una autentica transformación revolucionaria islámica, y a la vez una de las pocasque hubieran sobrevivido a la activa beligerancia del hegemónide mundial, Estados Unidos, que, junto con Arabia Saudita y otros estados del Golfo Pérsico financiaron y apoyaron militarmente el ataque iraquí al gobierno de la República Islámica de Irán. A pesar de la destrucción de la primera guerra del Golfo Pérsico, Irán ha sobrevivido, mientras que Irak, el autoritario, el secular, está aislado y en ruinas. Zubaida (1989:40) aprehende de manera magnífica el efecto electrizante de la Revolución iraní en la conciencia popular musulmana: Ahí estaba: una revolución islámica que era popular y antimperialista, que había ostentado algunos de los vocabularios y eslóganes de la izquierda. Para algunos era como si, contrariamente a las ideologías importadas del marxismo o del nacionalismo, el islam en su forma política y progresista fuera más accesible al pueblo, pues surgía, como de hecho lo hace, de sus raíces históricas y culturales. El islam político se hizo de muchos reclutas de respetabilidad y de viabilidad política, se estableció firmemente como una corriente dominante.
Conclusión: Las afiliaciones y redes islámicas tienen repercusiones mundiales más allá de los movimientos sociales insurgentes. La peregrinación a la Meca (hajj), requerida de una obligación para todos los musulmanes que tengan la capacidad, ha creado una densa malla de comunidades comerciales y de peregrinación por Asia, Europa y África mucho antes de la era moderna. Para los lectores Occidentales, el mensaje global es: “el islam llegará a su comunidad muy pronto” si no es que ya ha llegado. Históricamente, dichas redes institucionalizaron una tradición particular del “cosmopolitismo” global de los musulmanes y el fomento de la movilidad geográfica antes de la era de la globalización. El islamismo al adueñarse estratégicamente de las especies del nacionalismo antimperialista, un discurso anteriormente controlado solamente por movimientos seculares nacionalistas e izquierdistas, se ha convertido en el movimiento social antisistémico más extenso y militar del mundo. Sin embargo, el islam tiene la ventaja de ser simultáneamente una identidad etnonacionalista y un movimiento de resistencia frente a la subordinación de los distados de la economía capitalista mundial. | ||
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