Occidente aterrado ante el movimiento de la globalización Islámica | ||
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No se debe temer a la superioridad de la tecnología del Occidente a la hora de transferir su cultura, ya que esta superioridad se concentra más en los aspectos superficiales de la vida. Desde la Revolución Islámica hasta la globalización Islámica La globalización es un fenómeno que muchos de los especialistas lo atribuyen a la occidentalización, ya que modifica la manera de ser de otros países, basándose en los principios occidentales, e influye en la vida, la cultura, las sociedades, el estilo de vida,…, es decir, en todo lo relacionado con el ser humano. Este fenómeno ha sido estudiado e investigado en Occidente desde dos perspectivas, a saber, sus aspectos mínimum (o mínimos) y sus aspectos máximum (o máximos), nomenclatura derivada del latín. En su significado maximum hay que considerarlo como un proceso de occidentalización y el dominio de una cultura, pensamiento y política (en este caso el de Occidente) sobre otros, mientras que desde el aspecto mínimum se refiere al desarrollo de la tecnología que implícita o explícitamente está al servicio de Occidente, como la industria de la telecomunicación, el satélite, los programas de T.V., las películas de Hollywood, etc. Desde el aspecto máximum, el objetivo de la globalización radica en la occidentalización del mundo, donde el secularismo desempeña un papel primordial como instrumento o arma ofensiva de los occidentales para poder lograr así sus deseos y objetivos; por lo que, en un futuro, el pensamiento secular de Occidente predominaría en todos los niveles culturales, políticos, sociales de los países “no ideales”, según ellos, o en los países con culturas y tradiciones antiguas y diferentes a la occidental. Estas culturas y tradiciones o se adaptan al nuevo orden mundial y se convierten en una cultura de consumo, o son condenadas a la desaparición total por muy ricas que sean. Hay especialistas que consideran que la occidentalización es un fenómeno natural, consecuencia del avance de la tecnología de la telecomunicación, cuya principal particularidad es crear un campo adecuado para el intercambio de culturas, pensamientos e ideas. A parte de las teorías existentes, la experiencia nos ha demostrado que los occidentales toman este fenómeno en su significado máximum, es decir, la invasión y sustitución cultural, política y económica de otras naciones, ya que lo que pretende hacer el Occidente haciendo uso del fenómeno de la globalización como un arma ofensiva es, en un primer momento, la invasión, para después llevar a cabo una sustitución de los pensamientos seculares promoviendo la cultura de consumo, el anarquismo, el libertinaje, lo licencioso,… asentando los valores humanos y religiosos del hombre. En el proceso de la globalización se habla de la modificación del modelo de comportamiento social y de la vida cotidiana. Los críticos del proceso de globalización idealizan el hecho de que ellos (los occidentales) tienen la intención de cambiar el modelo de ser y de comportarse de los individuos, pues lo consideran ideal para todas las sociedades, e intentan imponerlo de forma implícita más allá de sus fronteras. En este caso, la globalización es sinónimo de occidentalización. Se realiza la invasión cultural con la idea de que la cultura occidental es superior e ideal y hay que valorarla y practicarla mundialmente. Teniendo como base esta idea, la globalización se convierte en un arma para hacer frente a cualquier opositor o corriente que no siga la misma directriz, por lo que resulta lógico que piensen que la revolución islámica constituye el principal obstáculo en la lucha contra la occidentalización. Cabe mencionar que, paralelamente al avance de la globalización occidental, los últimos movimientos acaecidos en los países árabes han clarificado que la globalización islámica es un proceso que también ha sido puesto en marcha ganando, cada día que pasa, mayor peso. La tecnología es el motor que mueve a la globalización occidental y la inspiración divina, el espíritu puro y los corazones sinceros, son los instrumentos o armas defensivas con los que cuenta la globalización islámica para enfrentar cualquier tipo de invasión cultural. Por lo tanto, la globalización islámica es eficaz, profunda y manejable. No se debe temer a la superioridad de la tecnología del Occidente a la hora de transferir su cultura, ya que esta superioridad se concentra más en los aspectos superficiales de la vida, que en el concepto y el objetivo de la misma. Por lo cual, el Occidente teme profundamente a la globalización islámica. La revolución islámica es un ejemplo real de cómo los países pueden mostrar resistencia, cuando desean mantener sus valores y tradiciones frente al ataque masivo del mundo occidental. Sin duda alguna tenemos que estar preparados ante la invasión cultural de Occidente, conocer sus vías y medios, estudiarlo y analizar y, al mismo tiempo, fortalecer nuestros propios medios y principios para poder frenar su avance. El fortalecimiento de los movimientos islámicos es el único camino que existe para paralizar el avance de este fenómeno. Sin embargo, una de las principales consecuencias de la globalización occidental es, sin duda, la hegemonía occidental encabezada por los EE.UU.; la sustitución de la cultura secular por lo propio es el siguiente paso que da la globalización. Por lo tanto, los países musulmanes, como consecuencia del aumento del desarrollo de la globalización occidental, entran en una fase en la que tienen que enfrentarse a una crisis de identidad y, posteriormente, a la invasión de la cultura occidental. Los países como EE.UU. intentan controlar y tutelar a los medios de comunicación dirigiéndolos hacia el modelo capitalista, estableciendo así un nuevo orden mundial en el ámbito económico y en la gobernanza de una nación, con el objetivo de beneficiarse de las riquezas pertenecientes a otros países. La inmigración clandestina, los crímenes organizados, el aumento de la delincuencia a nivel mundial, el tráfico de drogas y la adicción, son todos ellos elementos que conducen a una decadencia de los valores sociales y, por lo tanto, sirven de arma a los occidentales para poder ejercer su política e imponer su hegemonía. A todo ello hay que añadir el papel que desempeñan los medios de comunicación y las campañas difamatorias de los países occidentales, que propician la aparición de la corrupción y un aumento de la desigualdad en las sociedades islámicas. Ellos intentan controlar el mundo de la información, a fin de introducir a la población en el proceso de la globalización, con el único objetivo de garantizar sus propios intereses. Esta línea de acción tiene como consecuencia directa: la creación y aumento de la inmigración clandestina, los crímenes organizados, los delitos y crímenes internacionales, y un aumento en el número de drogodependientes en los países tercermundistas, elementos todos ellos que conducen a que los valores humanos y sociales entren en decadencia. El dominio que ejerce Occidente sobre los medios de comunicación, el satélite e internet, provoca el surgimiento de corrupción e inmoralidad más allá de sus fronteras. La globalización occidental conduce al mundo hacia una ruptura de las capas sociales, y divide a los países en dos polos opuestos: ricos y pobres. Según esta división, los países pobres estarían subordinados a los países ricos, y su cultura, tradiciones, costumbres, etc., pasarían a ocupar un nivel inferior respecto a los países ricos (occidentales), que tomarían cualquier tipo de medida a fin de ejercer e imponer su dominio absoluto sobre el mundo. En cambio la globalización islámica, iniciada con la Revolución Islámica de Irán, se basa en la justicia y la igualdad entre todos los seres, además de oponerse a cualquier tipo de hegemonía y superioridad que quiera ejercer una nación, una creencia o una religión, sobre otros. La globalización islámica sigue una directrices en las que se busca el beneficio e interés de todas las naciones, y donde el individualismo, el capitalismo y la hegemonía no son considerados como valores, además de no permitir que gran parte de la sociedad esté subordinada o que sea esclava de un grupo minoritario, o que sea explotada por un grupo de capitalistas. Al mismo tiempo no acepta el despotismo ni el socialismo ni el hecho de que un grupo o gobierno absolutista controle al pueblo, ya que estos sistemas no valoran las particularidades individuales ni la competencia sana, produciendo una paralización de la creatividad individual y el desarrollo de las sociedades. La globalización islámica deja de lado el egoísmo, las injusticias y las desigualdades, pues se fundamenta en los principios islámicos, además de centrarse en el crecimiento, la sublimación y la libertad individual, a fin de encauzar los valores y beneficios del colectivismo y los derechos sociales.
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