La vida de Imam Jomeini | ||
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La vida de Imam Jomeini* Tercera y última Parte … el 4 de octubre de 1965 el Imam parte hacia su segundo exilio en Nayaf, Irak, acompañando de su hijo el ayatolá Agha Mostafa, donde permaneció exiliado 13 años. Durante su destierro en Nayaf, el Imam no dejó de tener contacto con su país, y sus discursos se difundieron mediante cintas de casetes que pasaban de mano en mano. El exilio y las dificultades y penurias que éste conllevaba no se traducían en un abandono de la militancia en lo que él creía su deber; la lucha contra la tiranía. En 1969 surgieron discrepancias fronterizas entre el régimen del sha y el de Saddam Husein, que fueron el preludio para la guerra entre Irán e Irak de los años 80. Cuatro años llevaba ya el ayatolá Jomeini exiliado en Irak durante los cuales se había atraído las simpatías de numerosos grupos militantes iraquíes, libaneses y de otros países musulmanes que habían hecho del Imam su ejemplo a seguir. Fue a principios de los años 70 cuando el Imam, en un ciclo de conferencias que dio en Nayaf, había una en especial que fue grabada y transcrita por uno de sus discípulos. Estas fueron luego publicadas con el título de “Velayat-e-Faqih; Hokumat-e-Eslam” (El gobierno del jurista; gobierno islámico). Es la obra más conocida del Imam pues en ella se establecen las bases de lo que sería la futura República Islámica de Irán. Obra traducida a muchos idiomas por el interés causado en todos los medios internacionales, fue llevada de contrabando y distribuida por Irán y con su difusión se estaba sembrando el germen de la revolución que se desencadenaría pocos años después. A principios de los años 70 las buenas relaciones entre Estados Unidos e Irán llegaron a su punto culminante. Irán hacia concesiones petrolíferas a Estados Unidos a cambio de tecnología militar. En efecto, el sha se había embarcado en una frenética carrera armamentística cuyos gastos eran desorbitados, aun teniendo en cuanta la riqueza de Irán, y todo ellos porque Washington quería convertir a Teherán en su guardián y policía de Oriente Medio, lo que demostraba la total confianza que los norteamericanos tenían en el régimen del sha. El Imam también luchó contra aquella absurda militarización del país que además era utilizada para reprimir las disensiones internas. La materialización de Irán llegó a tal punto que el sha llegó a tener uno de los más modernas ejércitos del mundo. El Imam argumentaba que este apoyo al sha por parte de los norteamericanos no alentaba para nada las reformas internas y no hacían sino afianzar su régimen despótico. Desde Nayaf, el Imam no dejaba de hablar y de descalificar al régimen iraní con adjetivos como “títere de los Estados Unidos”, y no solo atacaba al sha ya que también consideraba enemigos del Islam a las clases pudientes de Irán que imitaban las modas y las costumbres occidentales. En 1971, en su delirio nacionalista, el sha organizó unos suntuosos y carísimos festejos en las ruinas de Persépolis, donde celebró el 2500 aniversario de la fundación de Persia por Ciro el Grande. En estas resonadas celebraciones en las que no se escatimaron gastos, fueron invitados líderes y reyes de todo el mundo. El ayatolá Jomeini calificó de “extravagantes” y de “ultraje” aquellos festejos. En 1975, durante la conmemoración de la Insurrección del 15 de Jordad que se celebró en el seminario de Feyziyeh, se produjeron allí mismo nuevas manifestaciones por parte de los seminaristas. Durante dos días se escuchaban gritos que decían “viva el Imam Jomeini y muera la dinastía Pahlevi”. En octubre de 1977, Agha Mustafa, el hijo del Imam, fue asesinado en extrañas circunstancias en el santuario de Karbala. Aquel asesinato sólo sirvió para avivar la llama de la oposición al sha y los días siguientes hubo grandes manifestaciones de protesta en Irán de condena al sha y de apoyo al ayatolá. En enero de 1978 el diario Ettela´at publicó un artículo en contra del Imam en el que éste era calificado de “hombre sin fe” y “aguante de las potencias extranjeras”. El artículo fue contraproducente para los que lo escribieron ya que desencadenó una oleada de protestas, una de ellas en Qom, donde los seminaristas tomaron literalmente las calles y muchos murieron o fueron heridos en sus enfrentamientos con la policía. El 18 de febrero, cuando se cumplía 40 días por aquellas victimas, hubo nuevas manifestaciones en todo el país, siendo la de Yazd la más significativa por cuánto más de cien personas cayeron muertas por la carga policial. El sha comenzó a presionar al régimen iraquí para que hiciera callar al Imam o que lo desterrara del país. Fue entonces cuando se concretó un encuentro entre los ministros de Exteriores de Irán e Irak para decidir por el nuevo destino del Imam, que dispusieron un nuevo destierro. El 23 de septiembre de 1978 fuerzas especiales del régimen de Saddam rodean la casa del ayatolá en Nayaf, y diez días más tarde es llevado hasta la frontera de Kuwait, pero este país se niega a dar el permiso de entrada. Fianlemntr, el mismo Imam decide marcharse a Paría, donde llega el 5 de octubre. Dos días después se instala en la casa que un amigo tenía disponible en Neauphle-le-Chateau, en los arrabales de la capital. Las autoridades francesas le prohibieron al Imam cualquier tipo de actividad política a lo que respondió argumentando que tal prohibición iba en contra de las normas de su propi democracia y que él no dejaba de perseguir sus objetivos se encontrase donde se encontrase. A pesar de que ahora estaba más lejos que nunca de Irán, ello no obstaculizaba su lucha por sus ideales, sino que, al contrario, más bien le ayudó. Los periodistas occidentales tenían a mano un líder carismático a quien entrevistar, de tal manera que durante su breve estancia en Paris el ayatolá dio alrededor de 120 entrevistas, convirtiéndose aquel “venerable anciano de barba blanca en protagonista de la primera páginas de muchos diarios. El ayatolá, hasta entonces solamente conocido entre sus seguidores musulmanes, salta a la fama mundial convirtiéndose ante los occidentales en el paladín de la lucha contra el régimen del sha. El sha, que últimamente se había ganado muy mala prensa incluso, en los periódicos del Occidente, había hecho que este “nuevo protagonista” fuese mirado con simpatía por la opinión pública occidental que rechazaba la política dictatorial del monarca iraní. Toda esta nueva propaganda gratuita e inesperada se tradujo en un aumento de fervor por parte de los disidentes internos que no hizo sino avivar la lucha contra el régimen de Irán. Los disturbios cada día iban más hasta que la propia integridad física del sha y de su familia llegó a peligrar.
El sha abandona Irán y el Imam viene El 15 de enero de 1979 el sha huye del país, y ello es noticia de primera plana en casi todos los rotativos del mundo. Las manifestaciones, esta vez de júbilo, se dan a lo largo y ancho de la nación. Los iraníes se felicitan unos a otros, y en todas partes se respira un ambiente de triunfo. El 31 de enero el Imam regresa a Irán después de 15 años de exilio. Los reporteros extranjeros estimaron entre 4 y 6 millones las personas que habían ido a recibirle. Los 14 años de exilio no habían servido sino para darle más popularidad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que aunque el sha se había marchado, su régimen seguirá en pie y persistía el toque de queda declarado antes de su marcha. Shapur Bajtiar, conocido como antiguo opositor del sha y que había sido puesto por éste como primer ministro, disparando así el último cartucho para aplacar a la oposición, tuvo que abandonar poco después el cargo al tiempo que todos los grupos opositores se unieron bajo la bandera del Imam. Además de estos grupos, se encontró el líder con el nada despreciable apoyo de los pobres y desheredados (los moztaz affin) a los que nunca había dejado de defender en sus predicas y discursos. En efecto, a pesar de los grandes ingresos de Irán como exportador petrolero, especialmente a partir de la crisis de 1973, el abismo entre la clase pudiente y los pobres se había ahondado aún más. Los inmensos recursos de Irán de nada habían servido para mejorar aquella clase pobre a la que el Imam no dejaba de aludir en sus discursos. Ya en el poder y tras la huida de Bajtiar, el ayatolá nombró en febrero primer ministro a Mehdi Bazargan, miembro del Frente Nacional, un hombre que llevaba casi 40 años activos en la vida política y que ya había sido encarcelado por el sha. El 31 de marzo de 1979 se hizo un referéndum para preguntarle al pueblo iraní si quería una república islámica o no. Ganó el sí con más del 98% de los votos. En junio del mismo año se escribió el primer borrador de la Constitución de la nueva república, y en noviembre se refundió el texto, que fue aprobado por la asamblea de Expertos. Con la nueva Constitución, el ayatolá hacía realidad las ideas que hubo plasmado en su obra "El gobierno de jurista; Gobierno islámico" en virtud de la cual la jefatura del Estado pasaba a las manos del líder o guía supremo de los ulemas, que ocuparía este cargo de forma vitalicia. Mas Irán se vio con un problema que no esperaba. El 22 de septiembre de 1980 aviones iraquíes bombardean algunas ciudades del sur mientras tropas iraquíes atravesaban la frontera. Irán fue atacado por Irak y comenzó una larga y cruenta guerra que duraría ocho años. Saddam Hussein aprovechaba la caída del régimen anterior y la supuesta confusión del emergente estado iraní para tomar la revancha de viejas disputas fronterizas. Los siguientes años la vida del Imam estuvieron protagonizados por la consideración de la república islámica y por la guerra contra Irak. En verano de 1988, el Imam, tras ocho años de conflicto bélico con Irak, acepta una propuesta de alto el fuego proveniente de la ONU. Los últimos días y el fallecimiento del Imam El Imam aquejado de una enfermedad que había soportado durante varios meses, murió el 4 de junio de 1989. La última noche antes de su fallecimiento y tras someter a una delicada operación, se encontraba recitando el Corán. Cuando se difundió por todo el país la noticia de su muerte, su pueblo lloró y se lamentó desconsolado. No hay pluma que pueda describir los sentimientos que embargaban a las multitudes incontroladas en aquel día y los que le sucedieron. Tanto el pueblo iraní en general como los musulmanes revolucionarios protagonizaron escenas de duelo sin parangón en la historia del país. Seguramente habrá muchas personas que no puedan comprender la expresión y las manifestaciones de dolor por parte de su pueblo. Para estas personas basta el poder ver las imágenes que se filmaron aquellos días de duelo, donde acudieron millones de personas, para poder comprender la fidelidad y la lealtad de aquellos que creían en él. En efecto, los mismos occidentales afirman que las exequias del Imam Jomeini han sido las más multitudinarias de la historia, pues el líder fue despedido por mucha más gente de la que diez años antes le diera la bienvenida al país tras su largo exilio. Lamentablemente, decenas de personas perdieron la vida debido a las avalanchas humanas y a los empujones de la multitud en el deseo de estar en primera fila. Aquellos días el país estaba paralizado ya que cientos de miles de personas habían dejado el trabajo y se habían dirigido a la capital para asistir a la inhumación del Imam. Las televisiones y los informadores occidentales que se habían trasladado a la capital de Irán para cubrir la noticia no dejaban de expresar su admiración ante aquellas expresiones de dolor. Se rociaron grandes cantidades de agua sobre la muchedumbre para poder aplacar aquel intenso calor del mes de junio. Finalmente, tras varios intentos para dispersar a la multitud, el cuerpo del Imam tuvo que ser llevado hasta el lugar de inhumación en un helicóptero ante la imposibilidad de ser llevado por tierra. Durante aquellos días la radio iraní decía que "Irán es como un anillo que había perdido su gema", que "Irán era como un niño que se había quedado huérfano". Las paredes y vallas de la ciudad habían sido recubiertas con banderas negras y los altavoces y megáfonos de las mezquitas despedían recitaciones del Corán. El periodista Gómez Parra cuenta lo siguiente sobre su entierro en su libro "Jomeini": los dirigentes islámicos colocaron su cuerpo, envuelto en un sudario, en una doble urna para que el pueblo lo viera [...] pero el entusiasmo de la gente por ver y tocar el cuerpo del Imam llegó al paroxismo el día del entierro, cuando millones de personas llenaban las calles de la capital por donde debía pasar el coche con el féretro, impidiendo finalmente el paso de la comitiva oficial, hasta el punto que el féretro y los dirigentes tuvieron que salir del enorme atasco en helicóptero, mientras alrededor se producían escenas de autentico dolor popular con más de 20 muertos y 500 heridos por aplastamientos, infartos, avalanchas y asfixias [...] pero el entierro pudo acabar mucho pero, cuando el gentío se lanzó literalmente sobre el féretro para intentar arrancar el sudario que cubría el cuerpo del Imam. Los deseos de la gente por tocar o quedarse con algo que hubiera tocado el cuerpo de su dirigente pudieron mucho más que todos los esfuerzos de cientos de pasdaranes que intentaban controlar la situación. Al final, rescatado el cadáver, que estuvo a punto de rodar por los suelos, y metido en una caja de cinc, se le pudo enterrar en medio de un desbarajuste oficial[...] a los siete días de su muerte, el ritual shií celebra un segundo funeral por el muerto [...] a los cuarenta días se repiten de nuevo los funerales. Escenas de dolor, golpes en el pecho, lloros, gritos y rezos [...] muchos de los hombres gritaban "¡Ojalá hubiera muerto yo y no el Imam Jomeini!" los pasdaranes y la Media Luna Roja tuvieron que emplearse a fondo en estos días para dar de comer y beber a los peregrinos, incapaces de moverse de allí y con la ciudad a más de 20 Km, en pleno desierto y a más de 35 grados. Con fumigadores arrojaban agua de rosas sobre la muchedumbre intentando así paliar el fuerte olor a humanidad que despedían los millones de personas allí congregados [...] En cuanto a los bienes dejados por el Imam, el mismo periodista sigue contando: "Mucha gente ha tenido la curiosidad de saber en qué consiste la herencia que ha dejado a sus hijos y a su familia. Como observa la ley islámica, el presidente del Consejo Supremo de Justicia, el Ayatolá Ardebili, se ha hecho cargo de la relación de esos bienes [...] todo el mundo sabía que el Imam era pobre, y hasta alardeaba de ello, pero no tanto como se ha podido comprobar al leer estos papeles: la casa de Yamaran, donde ha vivido todos estos últimos años, era de alquiler, aunque el dueño parece que se empeñaba en regalársela, y no tenía Imam ninguna posesión en oro, joyas o dinero propio que legar a sus hijos, sólo una porción de tierra en su pueblo natal, Jomeini, cuya propiedad comparte con su hermano el ayatolá Pasandidéh [...] se puede decir que ha sido uno de los pocos dirigentes políticos modernos que ha muerto, en pleno ejercicio de su poder, más pobre de lo que era al empezar." Hoy el Imam reposa en la explanada del cementerio de Behesht Zahra en el sur de Teherán, donde descansan muchos mártires y héroes de guerra. Su tumba es visitada por muchos peregrinos cada día que viene desde todas partes del país y del extranjero, e incluso hacen sus plegarias y leen una Tabla de la Visitación colgada allí al efecto. | ||
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