una búsqueda de los rasgos de la Revolución Islámica de Irán en los movimientos árabes | ||
Revolución o primavera árabe: una búsqueda de los rasgos de la Revolución Islámica de Irán en los movimientos árabes Alí Feizollahi* LEED: el Irán revolucionario sobrevivió a la embestida violenta de poderosos antagonistas: el aislamiento y la desestabilización por parte de Estados Unidos, las campañas financiadas por Arabia Saudí para deslegitimar la revolución como un discurso islámico y la invasión iraquí, por mencionar algunos. Vivimos en un mundo intelectual en que el renacimiento islámico global dificulta el proceso de la globalización a nivel mundial, circunstancia fomentada por los occidentales. Los últimos movimientos musulmanes han puesto de manifiesto, una vez más, el poder que tienen los países musulmanes, independientemente de su diversidad y ubicación geográfica, pues lo que los define es el hecho de ser musulmanes. No obstante, la globalización ha propiciado que la silenciosa expansión de los sistemas musulmanes transnacionales dé lugar a la creación de una red interconectada, sin atender a la cuestión geográfica. A partir del último milenio, tal como recuerda Janet Abu-Lughod, las ciudades musulmanes y, por consiguiente, los países musulmanes han sido el lugar esencial para definir las relaciones de poder entre el gobernador y el gobernante, a fin de determinar los derechos y las identidades de las comunidades y regular también las relaciones sociales entre los géneros. Nuestro objetivo es enfocar y analizar históricamente el significado y las consecuencias del inesperado cambio que se ha producido en los últimos años en los países árabes, transformaciones llamadas, por unos, “primavera árabe” y, por otros, “movimiento árabe”. Nuestra tesis principal es que el islamismo es un movimiento moderno, legitimado por un cambio discursivo profundo que abarca virtualmente a todas las clases sociales, a todos los géneros y a todas las categorías sociales. La energía que impulsa al islamismo, que es mayor en los países que se han integrado más en el sistema global, se concentra en los jóvenes educados que han quedado atrapados en las redes creadas por las numerosas crisis poscoloniales. El islamismo constituye una fuerza palpable que se manifiesta en todos los espacios de los movimientos. Tal como Burke (1998) muestra, este cambio popular constituye un auténtico viraje discursivo en la conciencia popular, que va del nacionalismo secular a una narrativa islámica. El islamismo opera en múltiples niveles: se considera a sí mismo como una fuerza que conduce al renacimiento de la unidad islámica global y, al mismo tiempo, como un movimiento destinado a reformar el Estado nacional definido territorialmente. A pesar de su universalidad, los factores estructurales por sí solos no permiten explicar el cambio discursivo estructural que se ha producido hacia el islamismo. El detonante lo constituyó la Revolución de Irán (1978-1979) y su éxito a la hora de institucionalizarse como la República Islámica de Irán. Al ser una clásica insurrección urbana, dirigida contra un régimen secular corrupto y autoritario, innegablemente la revolución dependió de una coalición de todos los grupos participantes en la misma, dirigidos por el carismático Ayatolá Jomeini, que contó con el apoyo de la clerecía chií, la cual actuó como un grupo corporativo disciplinado. Un hecho de gran relevancia fue que el avance de los medios de comunicación mundiales permitió que la Revolución se televisara a millones de musulmanes que vivían fuera de Irán. La Revolución no sólo fue una “demostración” para los activistas musulmanes de las ciudades, sino que transformó radicalmente la visión global de la comunidad musulmana acerca de lo que era políticamente posible imaginar, precisamente cuando la globalización y los ajustes estructurales estaban castrando el Estado poscolonial. Para los activistas que descartaron los modelos occidentales de transformación social, la Revolución constituyó una ruptura sin igual, debido a que, a diferencia de otros movimientos, el Irán revolucionario sobrevivió a la embestida violenta de poderosos antagonistas: el aislamiento y la desestabilización por parte de Estados Unidos, las campañas financiadas por Arabia Saudí para deslegitimar la revolución como un discurso islámico y la invasión iraquí, por mencionar algunos. Con la nueva Constitución se creó una República Islámica con sufragio universal para las mujeres, las cuales, una vez movilizadas por la revolución, pronto demandaron el acceso equitativo a la educación, al trabajo, a la función pública, así como derechos especiales para las mujeres, como por ejemplo, un contrato prenupcial que excluía la poligamia o la percepción de un salario por el trabajo doméstico en caso de divorcio. En realidad, el Ayatolá Jomeini fortaleció la exigencia islamista de la reinterpretación (ijtihad). Gran parte de este discurso innovador ha sido difundido entre las comunidades chiíes, como las del Líbano, e incluso entre la corriente sunní. Según los historiadores, las reformas islámicas (islah) en Irán se convirtieron en un punto de partida y han sido tomadas como un ejemplo de cómo reaccionar en contra de gobiernos y monarquías opresores que están bajo la soberanía de EE.UU. De modo que, según Azmi Beshara, sociólogo, intelectual y político árabe, que fue en una época diputado del parlamento de Israel; “… todas las revoluciones árabes o las conocidas como primavera árabe son consecuencia de los deseos y la voluntad de los jóvenes (como la revolución iraní de 1979) y han sido creadas por ellos mismos…“ ¿Condenados al fracaso o una evolución lógica? Pero afirmando lo que antecede, se nos plantea la inquietud de si podría existir la posibilidad de que tales revoluciones terminen en un fracaso y no alcancen sus metas; para lo cual cabe destacar que todas las revoluciones del mundo requieren un tiempo para encontrar una infraestructura más solida, como ocurrió con la Revolución francesa, es decir, la Revolución francesa duró años y no consistía solamente y específicamente en atacar la cárcel de la Bastilla, sino que se fue gestando con el pasado de los años y cada gobernante que llegó al poder pudo hacer cambios en la estructura básica y cambiar la fórmula del sistema, cuestión que explica el porqué todavía somos testigos, después de un año, de cómo los egipcios se reúnen otra vez en la plaza de Al tahrir para reclamar de nuevo sus derechos. Pero, por otra parte, tampoco creo que la gente deba esperar, por ejemplo 50 años, para ver cambios sustanciales en su país, ya que hoy en día ha cambiado el concepto del tiempo y vivimos en un mundo cibernético y modernizado, completamente diferente a la última revolución ocurrida en Europa. En la actualidad, las entidades estatales, los ejércitos modernos, los medios de comunicación, los intelectuales, la ONU, todo en general, garantiza que en tales países árabes se produzcan modificaciones y reformas a un ritmo acelerado. Por ello, al analizar lo ocurrido en Egipto o Túnez, desde el punto de vista de la participación, su amplio y profundo consentimiento, y la solidaridad que recibieron por parte de sus respectivos pueblos, nos damos cuenta de que son considerandos revoluciones y no movimientos. Los jóvenes salieron a las calles para hacer una revolución contra el corrupto sistema de su país, para luego resistir hasta final. Su actuación llamó la atención y recibió un apoyo mundial pasando a convertirse en una revolución basada en cambios culturales e ideas. Por ejemplo, los jóvenes miembros del partido Ejvan ol moslemin (la Hermandad Musulmana), uno de los partidos más antiguos de Egipto y del mundo árabe, cambiaron drásticamente su línea de acción. Tales modificaciones serán experimentadas por otros partidos o se verán abocados a la desaparición. Por lo cual, estas revoluciones son revoluciones de carácter popular, iniciadas, apoyadas y continuadas por los mismos pueblos, y no creadas por EEUU., Europa o las Sociedades Internacionales. Simplemente, la gente salió a las calles para reclamar sus derechos sin seguir ninguna ideología o necesitar intermediario alguno, e hizo su revolución. Sin lugar a dudas, lo ocurrido en estos países es una revolución, pero cada país tiene unas características propias, un emplazamiento concreto, una cultura y una forma de ver las cosas, por lo que cada revolución es diferente. Han sido revoluciones sin programación previa. Empezaron con protestas y manifestaciones y terminaron en una revolución. No contaron con el liderazgo de un partido o una persona concreta, y no se sabe todavía si algún partido, con su antigua línea de acción, podrá adaptarse al ritmo acelerado en el que se desarrollan estas revoluciones para liderarlas o no. En mi opinión, la segunda ola revolucionaria que se está produciendo en tales países ha surgido para buscar un líder o un partido capaz de responder y sacar de la crisis a dichas revoluciones, además de actuar debidamente ante las demandas de sus pueblos y realizar modificaciones en las sociedades. *Es Director del Departamento de la Lengua y Literatura española de la Universidad de Teherán. afeiz@ut.ac.ir | ||
Estadística Número de visitas: 2,579 |
||