EL ISLAM CHIÍ EN COLOMBIA | ||
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EL ISLAM CHIÍ EN COLOMBIA Por: Dra. Alicia Afkhami* Resulta difícil establecer a cuánto asciende el número de musulmanes que residen en Colombia, pues hasta la fecha el Estado colombiano no ha realizado ningún censo pormenorizado sobre filiaciones religiosas en el país; los únicos datos que existen a este respecto, y que gozan de cierta credibilidad para efectos del presente estudio, son los recogidos por el Centro de Estudios Teológicos y de Religiones (CETRE) de la Universidad del Rosario, Colombia, que establece que en el país latinoamericano viven aproximadamente unos 10.000 musulmanes, de los cuales unos 1.500 estarían concentrados en la capital, Bogotá. Las cifras dadas no pretenden ser conclusivas ni categóricas, y cabe aclarar que no tienen relación alguna con el número de árabes o descendientes de éstos en el país. La mayoría de los estudios que existen acerca del Islam en América Latina afirman que los primeros musulmanes llegaron al continente americano a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, huyendo de la situación de pobreza en la que vivían como consecuencia de la decadencia del Imperio Otomano. Sin embargo, nos gustaría señalar que aunque en las fechas anteriormente mencionadas sí que es verdad que se produjo una significativa migración de musulmanes a América Latina, principalmente procedentes de Siria, El Líbano y Palestina, no hay que olvidar dos importantes contactos con el Islam: el primero dataría del momento en el que los españoles comenzaron la conquista de este territorio (siglo XVI), circunstancia en la que iban acompañados de moriscos (término empleado para denominar a los musulmanes que vivían en España tras la Reconquista) que, aunque tenían prohibido profesar su fe, lo hacían en secreto. Ponemos como ejemplo el caso de las “esclavas blancas” en Perú, moriscas que estaban al servicio de las esposas de los gobernadores y altos funcionarios españoles. En segundo lugar, estaría el caso de los esclavos procedentes de África, principalmente de la zona de Benín, traídos a la fuerza y que, en su mayoría, eran musulmanes. Mencionamos como ejemplo para este caso los “males” de Brasil, que protagonizaron numerosas revueltas, con un marcado carácter religioso, en busca de conseguir la libertad. Aparte de lo arriba reseñado, la verdad es que el asentamiento de comunidades musulmanas en Colombia ha sido más significativo a partir de los años sesenta del siglo XX, cuando el número de residentes musulmanes alcanzó una cifra que permitió la creación de algún tipo de asociación u organización, para pasar después a constituirse en comunidades que rápidamente han desarrollado una infraestructura en la que prima la formación y el apoyo a sus fieles. Los musulmanes que llegaron a Colombia a lo largo del siglo XX, debido a las circunstancias políticas y religiosas del país, no fueron muy bien recibidos, por lo que en un primer momento tomaron la nación latinoamericana como un punto de tránsito a partir del cual emigrar a otras regiones donde no tendrían problemas de integración. Por lo tanto, no fue hasta la modernización del Estado, que culminó con la promulgación de la Constitución de 1991, así como los cambios que se produjeron en la Iglesia Católica a raíz del Concilio Vaticano II, que los inmigrantes musulmanes encontraron espacios legales y sociales que les permitieron preservar su religión y cultura, y erigirse como minoría religiosa con plenos derechos. Actualmente, existen comunidades musulmanas en prácticamente todas las ciudades de cierta importancia del país, aunque su tamaño, proceso histórico y rango de acción varían de una a otra. Si atendemos al aspecto del número de integrantes, las comunidades establecidas en Maicao, Bogotá y Buenaventura, superan en miembros a las demás. El resto de comunidades musulmanas se encuentran en las localidades de: Barranquilla, Bucaramanga, Cartagena, Valledupar Cali, Medellín, Pasto, Santa Marta, Pereira, Armenia y Villavicencio. Cada una de las comunidades ha establecido una serie de instituciones, a saber: mezquitas, colegios y centros islámicos; a fin de perpetuar los valores religiosos y propios de los integrantes de la comunidad. Para esta encomiable labor cuentan con el apoyo académico y económico de varios países islámicos como es el caso de la República Islámica de Irán, que, a partir de los años noventa del siglo XX y debido a la llegada de ciudadanos iraníes y libaneses al país, decidió aumentar la propaganda y publicaciones islámicas, además de financiar los estudios de algunos integrantes de la comunidad en la Universidad de Qom y en la madrasa del Ayatolá Jomeini. Sin embargo, aunque son comunidades muy activas, hay que señalar que debido al hecho de que se hallan dispersas y a que no cuentan con un ente único que las represente ante el Estado, su labor se ve perjudicada por no poder llevar a cabo acciones conjuntas que beneficiarían a los creyentes. Aunque la mayoría de la población musulmana residente en Colombia profesa el Islam sunní, existe un número considerablemente de chiíes localizado principalmente en Buenaventura, el puerto de mayor importancia del país latinoamericano desde el punto de vista comercial, pues moviliza alrededor del 60 % del comercio de la nación colombiana. La comunidad chií residente en Buenaventura, cuya existencia se remonta a aproximadamente unos cincuenta años atrás, es la tercera comunidad musulmana del país, después de las de las ciudades de Bogotá y Maicao. Lo que caracteriza a la comunidad chií de Buenaventura y que la diferencia del resto de comunidades musulmanas, no solo de Colombia sino de toda América Latina, es el hecho de que sus integrantes son prácticamente en su totalidad conversos o descendientes de conversos, por lo tanto, es una comunidad constituida por nativos, principalmente afrodescendientes, y no por inmigrantes, circunstancia que marca claramente su identidad y desarrollo. Como hemos mencionado anteriormente, el surgimiento de la comunidad chií de Buenaventura se remonta a la década de los sesenta del siglo XX, es decir, a hace aproximadamente unos cincuenta años, cuando marineros que trabajaban en los barcos provenientes de Estados Unidos trajeron consigo el mensaje de la Nación de Islam (Nation of Islam), movimiento fundado por Wallace Fard Muhammad en 1930 en Estados Unidos y que influyó significativamente entre la población afrocolombiana. El mensaje de la Nación del Islam consiguió rápidamente adeptos entre la población afrocolombiana de Buenaventura debido a las reivindicaciones de los derechos de los afrodescendientes expresas en él, en las que se subrayaba la necesidad de volver a los valores espirituales, culturales y religiosos de la población negra, que había sido degradada a un estado de esclavitud por los blancos. Tras la gran acogida que recibió el mensaje de la Nación del Islam, consiguiendo reunir a más de doscientas personas que se identificaban con el movimiento, en 1970 es cuando los musulmanes colombianos empiezan a celebrar sus primeras reuniones. Cuatro años después, es decir, en 1974, decidieron organizarse y crear las bases de la comunidad, dando lugar al establecimiento de la Comunidad Islámica de Colombia, la agrupación musulmana más antigua del país y la primera en obtener un reconocimiento legal por parte del Estado colombiano. Sin embargo, a comienzos de la década de 1980, el movimiento sufre una fuerte crisis debido a diferentes factores: su desvinculación con el movimiento en Estados Unidos, una crisis de liderazgo, intentos fallidos de acercarse a comunidades suníes y el hecho de que se les cerraran muchas puertas por su relación con la Nación del Islam. No fue hasta que Irán ofreció el apoyo necesario para que la comunidad se reorganizara, que ésta pudo salir de la crisis en la que se hallaba sumida. El apoyo bridando por Irán consistió en la donación de materiales de estudio y la concesión de becas para algunas personas, a fin de que realizaran estudios de teología y ciencias islámicas en universidades y centros iraníes. Una de las personas que se benefició de esta ayuda de estudios fue Carlos Valencia Potes que, al convertirse al Islam, adoptando el nombre de Munir Uddin Valencia, y tras estudiar recitación coránica y Sharia (ley islámica) ocho años en Qom (concluyó sus estudios islámicos en 2000), se convirtió en el guía espiritual (sheij) de la comunidad chií de Buenaventura, con unos 300 integrantes aproximadamente, asumiendo el control de la misma. Desde que el sheij Munir Uddin Valencia asumirá la dirección de la comunidad chií de Buenaventura, ésta ha prosperado considerablemente; muestra de ello es la construcción en el año 2000 de una mezquita, denominada Centro Cultural Islámico La Ciudad del Profeta, la reapertura de la Institución Educativa Silvia Zaynab (este centro educativo fue creado en 1981, pero debido a problemas económicos y a que el número de musulmanes descendió, se vio obligado a cerrar sus puertas), y la creación de una emisora musulmana virtual que emite desde la mezquita. Por otro lado, debemos mencionar la comunidad chií de Cali, compuesta por unos 60 miembros, y que depende de la comunidad de Buenaventura. Esta pequeña agrupación cuenta con una casa dedicada exclusivamente a labores islámicas. Debido a que el número de integrantes de esta comunidad es bastante reducido, sus miembros se reparten las tareas a fin de que no desaparezca la congregación. Con este artículo se ha pretendido dar una visión general de cómo llegó el Islam a Latinoamérica, y en concreto el Islam chií, con el único fin de familiarizar a los lectores con un tema que, por varias circunstancias, ha quedado relegado a un segundo plano. En resumen, quisiéramos señalar que en los últimos años la presencia musulmana en Colombia se ha ido afianzando, gracias a la labor realizada por las diferentes comunidades musulmanas presentes en el país y al apoyo recibido por éstas por parte de naciones como Irán, logrando alcanzar mayor visibilidad y aceptación en el conjunto de la sociedad colombiana, pese a los esfuerzos realizados por algunos grupos, sobre todo después de lo acaecido en septiembre de 2001 en Nueva York, Estados Unidos, de mostrar al Islam, a la opinión pública, como una amenaza.
*Profesora titular de la Facultad de Estudios del Mundo Universidad de Teherán | ||
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